Una de las modalidades de acoso escolar más frecuentes en los últimos tiempos es el ciberbullying, la mayoría de veces de manera combinada con otros tipos de acoso, como el físico o el verbal. Nos encontramos con un caso de ciberbullying cuando un menor, solo o en grupo, amenaza, hostiga, humilla o molesta a otro chico mediante Internet (redes sociales, blogs, correo electrónico), teléfonos móviles, (mensajes por SMS o Whatsapp) consolas de juegos u otras tecnologías.
El gran peligro del ciberbullying es el gran anonimato que confiere, haciéndolo muy difícil de perseguir y demostrar. Por otro lado, la no percepción directa del daño causado y la adopción de roles imaginarios en la Red convierten esta práctica en un grave problema que concierne, a la comunidad educativa por supuesto, pero también a los menores, las familias y la sociedad en su conjunto. Para ser considerado ciberbullying debe haber un acoso entre iguales en un entorno de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs). También han de estar implicados menores de edad en ambos extremos: el de acosador o agresor y el de acosado o víctima, ya que en el caso de que participen mayores de edad hablaríamos de ciberacoso.
Con la penetración de las nuevas tecnología cada vez son más frecuente los actos de ciberbullying, denominado también bullying cibernético. Los canales son muy variados: mensajes de texto, páginas web y blogs, acosos por redes sociales, Suplantación de la identidad virtual para poner mensajes, crear confusión o hacer correr rumores. En cuanto a los contenidos del acoso existe una gran variedad, siendo las formas más habituales: insultos a montajes fotográficos o de vídeo de mal gusto, imágenes inadecuadas de la víctima tomadas sin su permiso, críticas respecto al origen, religión, el nivel socioeconómico de la víctima o de sus familiares y amigos.
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