sábado, 4 de septiembre de 2021

Bullying y sus participantes

Los participantes de toda situación de Acoso Escolar son tres: los acosadores, la víctima y los espectadores. Se trata del denominado “Triángulo del Bullying”. 

  • Agresor o víctima activa:
Normalmente, el agresor tiene un comportamiento provocador y de intimidación permanente. Posee un modelo agresivo en la resolución de conflictos, presenta dificultad de ponerse en el lugar del otro, vive una relación familiar poco afectiva, y tiene muy poca empatía. Los agresores ejercen su acción contra su víctima de diversas formas: les golpean, les molestan, provocan, acosan con empujones y golpes, les nombran de una forma desagradable o despectiva, les generan rumores, mentiras o bulos, les aíslan del grupo, les ofenden y les anulan.

Normalmente, los jóvenes agresivos no agreden delante de los adultos, por lo tanto los profesores y padres desconocen la existencia de estos comportamientos agresivos y desafortunadamente no pueden hacer algo para detener a los agresores o ayudar a los jóvenes que están siendo agredidos. El comportamiento agresivo no es normal y no debe ser considerado como que “es cosa de niños.”

En definitiva, el alumno "bully" es físicamente fuerte, de igual o mayor edad que la víctima; necesita dominar, tener y sentir su poder. Por otra parte, su comportamiento presenta características que también pueden ayudar a su localización: tienen un temperamento fuerte, dado al enojo, poco dúctil al diálogo o a la modificación de pautas, lo que se materializa en una impulsividad que concreta actitudes desafiantes hacia los adultos; baja tolerancia a la frustración; su autoestima es baja, aunque ellos están convencidos de que sus actos les fortalecen y de que persistir en ellos ratifica y potencia su fortaleza, su capacidad de autoafirmación. Todo ello no es de extrañar que provoque otras consecuencias: las víctimas les ven como malvados y duros, es normal su temprana participación en otros comportamientos antisociales ajenos a la agresión concretada sobre una o varias víctimas.

  • Agredido o víctima pasiva:
Habitualmente, son niños que no disponen de recursos o habilidades para reaccionar, son poco sociables, sensibles y frágiles, son los esclavos del grupo, y no saben revirar por vergüenza o por conformismo, siendo muy perjudicados por la amenazas y agresiones. 

La personalidad del agredido, más difícil de precisar y que no justifica que sea objeto de vejaciones, suele ser la de un niño identificado como víctima, débil, inseguro y con bajos niveles de autoestima. Se caracterizan por falta de competencia social, la cual se refleja en una carencia de asertividad; es decir, dificultad para saber comunicar sus necesidades. Posiblemente sea un niño sobreprotegido en el ámbito familiar.

El niño agredido vive normalmente en una situación social de aislamiento; en relación a lo cual cabe considerar su escasa asertividad y dificultad de comunicación, así como su baja popularidad. Estos niños suelen tener una conducta muy pasiva, miedo ante la violencia y manifestación de vulnerabilidad, alta ansiedad y baja autoestima.

Dentro de las victimas, se han distinguido, al menos, dos subgrupos: los rechazados agresivos y los rechazados sumisos o no agresivos. Los adolescentes rechazados agresivos muestran un estilo comportamental fundamentalmente violento, mientras que los rechazados sumisos se caracterizan principalmente por la falta de asertividad social, el aislamiento social y la no participación en comportamientos violentos.

  • Espectadores:
Los espectadores o testigos del maltrato entre iguales son de forma mayoritaria los compañeros de las víctimas y de los agresores. Entre los espectadores suele producirse una inhibición a intervenir ante las situaciones de maltrato. Esta inhibición está motivada por el miedo a ser incluido en la agresión o en el círculo de la victimización.

Los agresores necesitan del silencio y la complicidad de los espectadores para continuar con su conducta. La violencia que ejercen sobre las víctimas tiene en los espectadores un efecto disuasorio que les impide denunciar, pero en numerosas ocasiones llega incluso a producirse un contagio social que hace que los espectadores se impliquen directa o indirectamente en la agresión.

Es frecuente la falta de apoyo por parte de los compañeros que, en el mejor de los casos observan sin intervenir (espectadores neutrales) y con demasiada frecuencia se añaden a las agresiones y amplifican el proceso (espectadores antiprosociales). Esto se explica desde dos vertientes: por una parte el miedo a sufrir las mismas consecuencias si apoyan a la víctima, y por otra por el fenómeno de contagio social que fomenta la participación en los actos de intimidación. También hay un grupo de compañeros (espectadores prosociales) que tratan de ayudar a la víctima.



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1 comentario:

  1. Con respecto a esto me acordé que una vez a mi hermana(9 años) dos compañeros de aula la tomaron por el cuello en forma "de juego" aunque ella no quería y la acción que tomó la maestra fue solo decir "están jugando" hasta que mi prima(también compañera de aula) se acercó a la situación y para defenderla les tiro del pelo y los pateó, ahí si la maestra se molesto y los mando a todos a sentarse, más no hablo más del tema. En este caso la propia maestra quien debiera ser su salvavidas fue solo una espectadora.

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